Para ello, recurrió a una anécdota que le pasó hace tiempo a
una de sus hijas. (No diré asignatura ni el nombre puesto que afirmó que su
hija lo mataría si descubriera que contaba su vida durante sus clases y no
queremos que eso ocurra)
Su hija, de pequeña, adoraba la música. Con tan solo 6 años
ya escuchaba a los grandes de la música clásica; Y no solo eso, tenía talento y
tocaba la viola.
Admiraba, sobre todo, a la mujer que le estaba enseñado, a
su profesora. Era muy buena tocando y daba conciertos. Era una amante de la
música.
Cuando aparecía en algún concierto, la niña iba a verla y
escucharla ensimismada tocar; Hasta que, por fin con 7 años, ella misma tuvo su
primer cuarto de hora de gloria y tocó en un concierto. Estaba obviamente
emocionada y encantada de hacerlo. Su familia y profesora acudieron a verla.
Al terminar la función, sus padres se acercaron a
felicitarla, pero para su sorpresa su profesora se agachó y la dijo:- era ¡Sí sostenido!
Ante aquello y para quitarle seriedad, su padre (mi
profesor) contestó: bueno pero las doscientas notas restantes ¡las has hecho
perfectas!
Al día siguiente dejó la música.
En silencio, entendimos perfectamente todos lo que nos
estaba contando nuestro profesor. En su breve relato observamos la importancia
del papel del maestro. Esta “profesora” no era más que una amante de la música,
le parecía más importante que la pieza estuviera ejecutada correctamente a lo
que hubiera significado para aquella niña el hecho de dar su primer
mini-concierto. Demostrando esa prioridad vemos que puede ser una profesional
en su materia, la música, pero en el campo de la enseñanza no tiene ninguna
vocación y por lo tanto no sirve para enseñar.
Hay que tener en cuenta que aquello que ocurre en la
infancia puede marcarnos toda la vida para bien o para mal, por eso el papel
del educador es tan importante.
Esto es algo que todos los docentes deben tener presente y
cuidar: El niño y su pensamiento es moldeable, a medida que crece va tomando
forma, va aprendiendo, va definiendo sus gustos, personalidad, limando o
disimulando sus defectos... dejando atrás la ingenuidad la inseguridad... y
nuestro deber es sacar lo mejor de cada uno y que se desarrollen plenamente.
Muchas veces pienso en la niña de la historia; Si esto le
hubiera ocurrido ya de adulta con una personalidad más asentada, en el momento
de plantearse la pregunta de “¿debo seguir con la música?” (Irónica y)
automáticamente se hubiera respondido con un: Sí sostenido.
¿Vosotros que opináis?
¡Saludos!
Verónica Alcalde
No hay comentarios :
Publicar un comentario